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Federica

*Este cuento forma parte de mi portafolio de la clase de Escritura creativa.

Estoy jodido, me dije. Voy horas dándole vueltas al asunto de qué hacer con este lío en el que me encuentro metido. Sé que talvez está mal lo que estoy haciendo, talvez es una manera diferente de hacerlo, o talvez sólo estoy divagando para no tener que enfrentarme con el hecho de que soy un completo idiota.

Todo empezó cuando mi novia no consiguió pasaje para viajar conmigo en las mismas fechas, para ese entonces yo ya tenía todo pagado, así que no me eché para atrás: Uruguay me estaba esperando desde hace tiempo. Me fui, prometiéndole que durante esos tres meses mis sentimientos hacia ella no cambiarían. A lo mejor hasta había sido buena idea esto de no viajar juntos, andábamos peleando mucho últimamente.

Llevaba tres días ahí, había conocido gente en los dorms en los que me estaba quedando, y hoy habría una gran fiesta cuando todos volvamos de nuestros quehaceres. Llegué el primer día al curso de cocina en el que me inscribí, algo tenía que hacer durante ese tiempo, y la verdad es que siempre me gustó cocinar. Empecé a conversar con la mina que estaba a lado mío y entonces lo supe: esa sonrisa iba a ser la ruina de muchas cosas en mi vida, empezando por mi corta estadía en Uruguay.

El tiempo pasó, me enamoré de ella, de Federica -típico nombre de Uruguaya o de Argentina- y ella se enamoró de mi. No sé si el corto tiempo fue suficiente, yo diría que sí, mis amigos dicen que no, que no me pude haber enamorado tan rápido, pero, ¿ellos qué carajo saben? los sentimientos no tienen fecha o un tiempo determinado, salen cuando tienen que salir.

Federica sabía sobre mi otra vida, y aún así decidió continuar con todo. ¡Qué mujer! Ella no esperaba a que yo le diera una señal, ella solita unía los fragmentos y construía una. A veces íbamos caminando y se ponía a bailar en media calle mientras me robaba un beso y yo, muy puto, le dejaba -es que no había nadie que pudiera delatarme.-

Era dulce, alegre, amigable, inteligente, ¿qué mas podía pedir?

Esa pregunta no me la formulé, por bruto. En una fiesta me dejé llevar y terminé acostándome con una tipa que asomó por ahí. Federica nos vio. Creí que a partir de eso todo se acabaría, pero no. Al día siguiente, en vez de mostrarse enojada, me besó, se despidió de mi con esa dulzura que sólo ella podía derrochar y me abrazó con todas las fuerzas del universo mientras una lágrima le resbalaba por la mejilla, entonces lo supe: no la vería nunca más.

Pocos días después salí de Uruguay, con el corazón roto, no me imagino cómo se habrá quedado ella.

Alguna vez, en una de nuestras conversaciones infinitas, me contó que era la primera vez que había estado tan feliz en tanto tiempo, y que no quería que yo me vaya. Con miedo de que ella sienta aún algo más fuerte, sólo la abracé, y después hicimos el amor.

Ahora me doy cuenta que el tonto fui yo, porque me tragué mis palabras, tuve que haberle dicho que la amaba, que yo tampoco había estado así de feliz en tanto tiempo, que quisiera haberme quedado en ese momento para siempre. Tuve que haberla hecho saber que quien sea que la tuviese a partir de ahora, tendría que saber que ella era felicidad pura y que nadie más que yo la merecía. Talvez suena un poco egoísta, pero es así: sólo yo la conocía de verdad.

Debí haberla llamado y decirle que me perdone, que lo de esa noche fue una estupidez, que la amaba, la amaba demasiado y que no podría seguir sin ella.

Hubiera sido inútil, ella no me creería. Una cosa era saber que tenía novia en otro lado, pero otra muy diferente era que me haya encontrado -en pleno acto- con una tipa que no tenía nada que ver.

¿Qué le hubiera dicho? Que la amaba, sí, no me cansaré de repetirlo. Pero también amaba, -de cierta manera-, a mi novia. A lo mejor ella, Federica, esperó que con todo el amor que sentimos mutuamente, yo hubiera preferido quedarme, o que yo terminase mi relación. Pero no. Para mí el amor no es eso. Para mi el amor es sentirlo, abrazarlo, quererlo, con mucho más que con los cinco sentidos, pero jamás forzarlo. Para mi el mejor tipo de amor que existe es el que nos hace volar, sentir el éxtasis, y el que indiscutiblemente, nos hace mierda.

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