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Crónicas de un cuento de amor (o de desamor)

*Nota: Los cuentos pueden ser ficción, basados en la vida real, o simplemente cosas del pasado que uno se atreve a sacarlas recién.

A veces yo no sé cómo empezar a escribir algo, y a veces tampoco lo intento, porque es difícil dejar saber al mundo -supongamos que muchas personas me leen- lo que uno siente en realidad. Alguna vez leí que uno debería escribir sobre lo que realmente sabe y siente, entonces, en este preciso instante, lo único que sé, y lo único que puedo sentir es que tengo la cabeza hecha un lío y el corazón medio enredado. Más difícil aún, liberarse de las mierdas mentales que tenemos sobre lo feo, o lo débil que puede llegar a ser escribir cuando uno está quebrado, pero no, no es así. Si uno está quebrado, tiene que escribir sobre eso. Si uno está feliz y quiere hacer saber al mundo que la felicidad le corre por las venas, entonces hay que hacerlo. Si uno está indignado con la vida, también hay que sacarlo. Hay que sacar todo, que nada se quede adentro.

A veces me gustaría pensar que soy relativamente buena escribiendo cuentos, otras veces me digo que no, que talvez mejor sólo sacar lo que tengo en la mente, o en este caso: en el corazón, y ya. Pero mientras venía manejando, muchos pensamientos se me iban juntando en la cabeza: relatar con diálogos, o mejor no. Relatar de corrido, o mejor sí expresar detalle a detalle qué dicen los personajes. No sé. Me acordé que a mi me gusta sentir que estoy en una película, y que me gusta sentir que siempre tengo una voz en off que narra lo que voy pensando. Así que, esta es algo así como mi voz en off. Los diálogos son los momentos que pasan entre personajes, y la narración pueden ser las crónicas relatadas por mi consciencia (o simplemente por algún narrador que asomó por ahí).

Día 1:

-Necesito mi espacio.-Me dijo, y me miró fijamente.-¿No vas a decir nada?

-No sé qué decirte.

-Ese es el problema, que nunca sabes qué decir cuando estamos en estas y deberíamos sacarlo todo.

Silencio. No digo nada. Sólo puedo ir viendo por la ventana del carro. Siento cómo el calor empieza a subir hasta mis mejillas. No sé, no sé nada. Bajo el vidrio y siento cómo el nudo en mi garganta empieza a formarse.

-Yo no sabía que estabas aburrido de mi.- Digo, con la voz casi quebrada, pero intentando sonar fuerte.

-¿Tú no estás aburrida de mi?

-No.

Silencio de nuevo. Las luces de los autos pasan muy rápido al lado mío. Sólo puedo pensar en que él va manejando a toda velocidad y ya viene una curva y que talvez nos matemos. ¿Qué pasa si nos chocamos y el carro se da la vuelta? Los límites de velocidad, especialmente en las curvas, están por una razón. Prefiero no decir nada, porque en realidad debería estar pensando en qué pensar sobre esta situación de mierda, y estoy pensando en cualquier otra cosa.

-Yo creo que esto nos haría bien a los dos -dice, intentando sonar inocente- siento que pasamos tanto tiempo juntos que me he olvidado de hacer música, de estudiar, de hacer mis cosas.

Sigo sin decir nada, y él sólo continúa.

-Por eso el sábado no salí, porque quería que salgas sola con tus amigos y te acuerdes de lo que era.- Me hace parecer una adicta, una adicta a él.

-¿Y porqué no me dijiste esto el sábado? ¿Porqué te guardaste estas cosas? ¿Desde hace cuánto tiempo piensas esto? -Pregunto, indignada.

-No sé, no quería que pienses cosas. No te estoy culpando.

Silencio. Casi llegamos a donde yo supuestamente debía bajarme del carro. De ese carro. De su carro.

-Pero dime qué piensas.- Me insiste.

-¿Qué pienso de qué?- Las lágrimas me caen por los cachetes.

-De todo, dime qué piensas de nuestra relación, qué te parece bien y qué no, dime todo.

Espero un rato, ordeno los pensamientos, y por fin hablo.

-Al día siguiente de que me dijiste te amo, mis amigas me preguntaron si no había sido muy rápido, y les dije que no, porque eso era lo que sentía en ese preciso instante, y lo sigo sintiendo.

-Yo también- Me dice.

-Y sí, hubo ratos en los que capaz pensé que todo avanzaba más y más rápido, pero no me molestó, nunca me molestó.

-A mi tampoco nunca me ha molestado, sólo te pido que me des mi espacio. -Repite- El viernes me quedé a dormir en tu casa, y ayer, dos días después de eso, cuando te fui a dejar querías que entre un rato, yo no les quiero molestar a tus papás, ni quiero meterme tan rápido en tí.

Exploté.

-Si no querías meterte en mi tan rápido y tan de fondo, entonces era mejor que hagas las cosas diferente, ahora es tarde para querer salirte de mi, porque estás en mi, lastimosamente ya estás en mi. -Las lágrimas caen, una tras otra.- Yo me ato a las personas, me encariño, les quiero, y cuando la gente se quiere alejar de mi: me duele, y te digo porque ya me ha pasado.

-¿Con quién te ha pasado?- Me pregunta, como si eso tuviera relevancia.

-Con mis amigos, con mi familia, con la gente. No soporto la idea de pensar que la gente se va de mi vida, me cuesta aceptarlo y me cuesta superarlo.

-Pero yo no me quiero salir de tu vida -creo que siente pena por mi- sólo quiero que me des mi espacio y que me entiendas.

-Yo ahorita no puedo entender nada. Te voy a dar tu espacio porque eso es lo que me pides, no puedo hacer otra cosa, pero este rato no puedo pensar en nada.

Me miro en el espejo antes de bajarme de su carro. Me miro y no me reconozco. Llanto, tristeza, angustia y pánico es todo lo que puedo ver ahí. Le doy un beso en los labios y me bajo del auto. Se quedó con cara de tristeza, yo me voy con la tristeza impregnada en mi.

¿Y ahora? Qué hago, me siento vacía. Cojo mi auto y pongo música, pero no cualquier música. Cuando siento que me pierdo a mí misma, escucho la música que me vuelve a mis raíces, es decir, esa música que me ayuda a pensar todo con claridad, con honestidad, con humildad.

Las luces de los autos pasan al frente mío, pero esta vez no las percibo. Voy encerrada en mi mundo de cuatro puertas, con mis raíces sonando, pensando en cómo voy a superar esto, en qué va a pasar mañana cuando ese espacio sea infinito, en cómo voy a tragarme las lagrimas para poder seguir con mi vida normal. Es curioso, cuando uno va pensando en tantas cosas a la vez, el tiempo vuela, en cuestión de segundos llegué a la casa. Talvez sí soy adicta a él.

“…déjate llevar, si el alma te lleva, duele el corazón…” Y así, me dejé llevar. Por escuchar a mis raíces, a esas sabias raíces. Pero así como a veces uno escucha cosas que lo llevan a la destrucción, esas mismas raíces son las que están ahí para volver a levantarle a uno, y en vez de tener el ruido de los autos y la bulla de las cafeterías de la universidad, tenemos un lindo saxo de fondo y la voz del Fito Cabrales levantándonos con sus letras a las que les sobran noches y les faltan días.

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