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Palabras de un mochilero

“Una vez me quise ir muy lejos

y llegué tan lejos

que después no sabía como hacer para volver.

Claro que no me acordaba de como

había venido

Y llegar tan lejos es bárbaro

porque en lejos

todo es mucho mas liviano,

la gente funciona,

los pájaros...

bueno, los pájaros son igual

que en cualquier lado.

Y cuando cae la tarde,

lejos se mezcla de lejos…”

-Federico Manuel Peralta Ramos

Cuando uno viaja, la razón empieza a entender muchas cosas, el corazón empieza a abrirse de maneras diferentes, dando paso a sentimientos y emociones que creímos no conocer, hasta que poco a poco uno las va descubriendo. No pretendo hablar sobre lo bonito que puede ser viajar, si no como en el camino podemos descubrir muchas cosas como amor, odio, felicidad, tristeza, deseo...

Al inicio de un viaje uno tiende a tener muchas expectativas, ¿cómo va a ser? ¿Voy a conocer más gente? ¿En qué lugares no más voy a estar? ¿Será que regreso viva? Todas estas preguntas, y más, son fundamentales para empezarse a hacer una idea sobre lo que uno está a punto de vivir. Una de las primeras sensaciones que se dan son los nervios, mezclados con la felicidad y el vacío, dan ganas de salir corriendo a penas se pueda, pero sabemos que siempre hay un riesgo cuando estamos saliendo de nuestra “zona de confort” , y cuando lo hacemos, sabemos que ya no hay vuelta atrás, hemos puesto en marcha el plan y lo único que podemos hacer al respecto es hacer las cosas bien para que el viaje salga según lo planeado.

“Ver el mundo, afrontar peligros, traspasar muros, acercarse a los demás, encontrarse y sentir. Ése es el propósito de la vida.”

Salar de Uyuni-Isla Incahuasi, Bolivia. 2016

Conocer gente es un paso fundamental en los viajes, nos enseña el valor de la despedida, no sabemos cuándo vamos a volver a ver a estas personas tan increíbles que conocimos, aunque haya sido por poco tiempo, escuchar nuevas anécdotas siempre es reconfortante, puede dar un giro en nuestra manera de ver la vida. La felicidad y la tristeza se juntan, el tener que despedirse de gente con la que uno se ha encariñado en poco tiempo es terrible, no se sabe cuándo les vamos a volver a ver a estas personas de nuevo, cuándo vamos a volver a estar juntos, y lo único que tenemos como consuelo es que tuvimos la oportunidad de formar parte de un pedacito de sus vidas. Los recuerdos se llevan en la memoria y en el corazón por siempre, y aunque al principio duela, es una herida que sana porque después de todo, produce felicidad.

Asimilar que la distancia no es más que un número, que cuando se quiere se puede, es importante. Tener amigos en diferentes partes del mundo puede ser triste, sabemos que no les vamos a tener en nuestro día a día, por más que quisiéramos, pero a la vez, nos deja saber que tenemos que ir a visitarles algún rato, y la distancia se vuelve una motivación para salir una vez más del lugar en el que estamos. La cosa se vuelve recíproca: la gente que conocemos también se queda con ganas de conocer más sobre nuestra cultura, y esperan con ansias poder venir a visitarnos, lo que nos permite enseñarles nuestros lugares favoritos, nuestras costumbres, nuestra familia, y así vamos descubriendo más de este lugar, y de nosotros mismos también.

El otro día soñé con una de mis amigas, con la Romi, le conocí en una ciudad pequeña lejana a la que fui, y en el sueño conversábamos toda la noche: de la vida, de los viajes, de nuestros amigos. Cuando me desperté sentí como si hubiera conversado con ella toda la noche, como si el tiempo no hubiera pasado, y le sentí tan cerca, le sentí a lado mío, me sentí de nuevo ahí. Por más emoción que sentí, me tocó entender que ella no sentía lo mismo, ella, en realidad, no tenía ni idea que habíamos hablado toda la noche, pero por otro lado entendí que si esa es una forma de poder tener cerca a las personas que quiero está bien, aún que sea por sueños, aún que no sean tangibles.

Lancha hacia la Isla del Sol- Copacabana, Bolivia. 2016

Una vez, en un viaje conocí un español bien simpático, me contó que andaba viajando sólo por Sudamérica y que su plan era llegar a Santiago de Chile: ahí iba a empezar la universidad. Me contaba que en Lima conoció una colombiana que también andaba viajando sola, se hicieron panasas, lastimosamente ella cayó enferma y tuvo que ir al hospital, estuvo ahí por tres días y él le acompañó en ese tiempo, cuando le pregunté por qué había hecho eso me respondió que nunca se sabe cuando le puede pasar eso a uno, y que si él hubiese estado en la misma situación, le hubiera gustado que alguien se porte de la misma manera.

Nunca lo hubiera visto de esa forma, porque tampoco me he encontrado en esa situación, pero ahora sé que si es que alguna vez llego a hacerlo, pensaría como él.

Conocer nuevas culturas ayuda a que nuestra mente se abra de diferentes maneras, dejamos de creer que la ciudad en la que vivimos es todo lo que nos rodea y nos damos cuenta de que aún hay mucho más por descubrir. Al vivir en una sociedad todavía muy conservadora, hay gente que todavía se cree superior al resto, creen que por tener dinero o un buen apellido pueden ser mejores que los demás, y cuando salimos de esta llamada burbuja, nos damos cuenta de que hay mucho más que caras bonitas, hay gente que siente, siente de verdad, con el corazón, que la raza, el tamaño, la edad, el color, el dinero, son sólo factores externos que nos alejan de las personas que realmente valen la pena conocer y tener en nuestras vidas. Es por esto que en un viaje nos permitimos conocer a cualquier persona, en cualquier circunstancia, porque al estar solos, no nos queda más que adherirnos a las personas que se van sumando en este viaje, y nada puede ser más hermoso que el entender diferentes culturas y que nos acompañen por el resto de nuestras vidas.

De cierta forma, un viaje nos ayuda a entender lo que es el amor también. Yo, por mi parte nunca lo he entendido. Alguna vez tuve una mala experiencia y no quise saber más, pero luego uno aprende que el amor en realidad no lo sentimos como tal, cuando estamos felices en ese preciso instante no valoramos lo que realmente es el amor, estamos acostumbrados a que esté ahí, pero cuando se va y nos duele es cuando realmente lo sentimos, sabemos que ahora hay un vacío en ese lugar, algo había ahí que ya no está, y es entonces cuando entendemos lo que era la felicidad de verdad, y anhelamos con todas nuestras fuerzas poder volvernos a sentir así de nuevo, esto pasa con las amistades, novios/as, familia, y con cualquiera que nos haga sentir de esta manera.

La mejor manera para recordar los momentos de un viaje es poniéndole música al momento. Cuando quiero recordar un momento para siempre, tomo una fotografía mental, absorbo con la mirada todo lo que puedo de este lugar para luego poder recordarlo con claridad. La memoria, frágil como es, recordará cada vez con menos exactitud los detalles minúsculos que un día intentó grabar. La música es de gran ayuda para poder recordar. Podemos poner una canción que nos haga sentir la magia del lugar y al poco tiempo, cuando volvamos a escuchar esta canción volveremos en el tiempo, recordaremos lo que sentíamos en ese instante, con quién estábamos, qué queríamos, lo veremos todo junto con la fotografía mental que tomamos en ese momento. Los paisajes que logramos ver y receptar en nuestra memoria nos hacen entender muchas cosas de la vida, nos sentimos pequeños e insignificantes a lado de algo tan bello, no logramos entender cómo algo tan hermoso puede estar frente a nuestros ojos, y esos, son los momentos que deseamos atesorar por siempre.

Punta Sal, Perú. 2016

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