top of page

Desencuentro en Atama

Mis amigos cogieron sus bicis rentadas, yo por mi parte, pagué por un tour que iba repleto de chinos porque mi estado físico no estaba en condición como para pegarme una cicleada de diez kilómetros. En el camino no hablé con nadie, excepto la guía, porque por casualidad, preguntó si alguien del tour hablaba otro idioma, además del chino. Fui la única que alzó la mano.

Llegamos al Desierto de Atacama. Parecía una entrada a otro planeta, a algo así como lo que siempre me había imaginado que podía ser Marte: lleno de paredes gigantescas de tierra roja. La guía habló -en chino y en español, para mi- de dos caminos para llegar a la cima del monte: Pueden coger el camino largo que los lleva a ver el atardecer desde ambos lados, pero es una caminata más extensa y larga; o, pueden ir por el camino corto que es un sendero de diez minutos y verán el atardecer con un solo panorama. Me voy por el largo, me dije. Para intentar compensar un poco el hecho de no haber ido en bicicleta con mis amigos.

En la caminata fui hablando con una pareja de mexicanos que habían emprendido un viaje por Chile porque tuvieron ganas. Yo les conté que andaba mochileando con mis amigos por Latinoamérica y que ese era nuestro último día en Atacama. Para no agotarnos en la subida, que fue un poco dura, hablamos poco y pausado. Finalmente, después de media hora de una caminata empinada, llegamos a la cumbre.

Me senté a lado de un grupo de jóvenes chilenos que se reían alto y fumaban marihuana. Tomé agua y contemplé el paisaje. Los chilenos empezaron a conversar con los mexicanos y de repente surgió la pregunta.

-Y tú, ¿de dónde eres? - Me sorprendí al ver que me hablaban porque yo me había sentado un poco alejada del resto. Sintiéndome tímida, respondí.

-Soy de Ecuador.

-¡Venga, Ecuador! ¿Quieres un toque? - Miré detenidamente y en cuestión de segundos me cuestioné a mí misma si estaba bien fumar marihuana con gente que no conocía.

-Bueno - Fumé, tosí.

-Te pegó fuerte eh - se rieron.

-¿Cómo te llamas?

-Manuela.

-Me llamo Jean, un gusto. Vení pa’ acá po’ - Me dijo.

Me junté al grupo de chilenos mientras empezó a caer el atardecer. Me bautizaron bajo el nombre de Ecuador.

-¿Y qué haces acá en Atacama, Ecuador?

-Estoy viajando con mis dos mejores amigos por Latinoamérica, hoy de noche salimos para Santiago.

-¿Para Santiago? ¿Por qué no te quedas un rato más acá? Hoy hay juerga.

-Ya tenemos los pasajes del bus - Respondí con desilusión, me hubiera encantado quedarme una noche más.

-A ver una foto, tomémonos una foto. Mis amigos en Santiago no me van a creer esto si no se los muestro - Me dijo, riéndose. - Quédate, dale.

Jean me abrazó como si fuéramos conocidos de siempre. Vimos el atardecer por un largo rato. Nunca había visto un atardecer tan hermoso en toda mi vida. Lleno de colores. Lleno de magia. Nunca me había sentido tan pequeña, pero a la vez tan grande, tan joven. Nunca había sentido la ilusión de los veinte años, como en ese día. En medio de toda la contemplación, se escuchó un grito.

-¿Alguien acá se llama Manuela?

-Yo - Dije sin prestar atención porque la marihuana seguía en mí.

-En el otro pico hay dos amigos tuyos buscándote, me dijeron que si venía acá y te encontraba te avise. - Gritó una mujer de unos treinta años aproximadamente.

Me reí. No me di cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo, era casi de noche. De repente vi a los mexicanos casi al final del camino, abajo. Vi a los chinos y a la guía del tour encaminándose hacia la van. Cogí mis cosas rápido, me levanté, me despedí de abrazos con los chilenos que me decían que no me vaya, que podía volver con ellos en bici.

-Yo no tengo bici - Les respondí, desilusionada de nuevo.

-Yo te llevo en la mía - Me dijo Jean, agarrándome la mano.

-Difícil. Son 15 km.

-¿Nos vemos hoy de noche? - Me preguntó.

-No sé si alcancemos, avísame cuando vuelvan al pueblo.

-Dame tu número.

Le dí mi número y bajé corriendo. Llegando al pueblo me entraron sus mensajes. Ya te extraño, me decía. Quédate. Nos vemos cuando vuelvas a Santiago, seguro el destino nos junta de nuevo, le respondí. Pasaron cuatro años y el destino no ha hecho lo suyo, aún. De ese encuentro me quedan un par de fotos, las risas y el hecho de que no haber seguido el mismo camino que mis amigos, fue la mejor decisión que pude haber tomado.

Desierto de Atacama, Chile

2016

Desierto de Atacama, Chile

2016

Desierto de Atacama, Chile

2016


Únete a nuestra lista de correo

No te pierdas ninguna actualización

bottom of page