Primeras veces
Escribir esto es fácil, lo que es difícil es compartirlo. Pensé incluso en esconder esto de mi familia y de la gente que sé que me juzgaría, pero qué más da. Supongo que parte de lo que le hace bacán a escribir es el compartir los pensamientos de uno sin miedo a nada.
Ahora, este contenido puede revelar cosas que a veces uno no quiere ni necesita enterase, así que, a mi mamá, a mi papá, a mi familia, y a esa gente que podría querer juzgar, le recomiendo que no siga leyendo. Y si no, ya nada, fue decisión suya.
Para la gente que es entradora y que va con todo, ¡bacán! Quiero relatar sentimientos con los que talvez muchos se sientan identificados.
Las primeras veces, para mi, provocan muchas sensaciones. Hay primeras veces buenas y malas, o en términos más amigables: medianas, esas en las que uno se siente confundido y no mismo entiende si esa primera vez estuvo bacán o no.
La primera vez que me iba del país sola, por ejemplo, estaba nerviosa, a la vez feliz, no sabía con qué me iba a topar y cuando llegué, sólo supe que había sido la mejor decisión que había podido tomar.
La primera vez que me rompieron el corazón, me sentí impotente, rota, triste, supe desde ese instante que no quería que haya una segunda vez para eso, luego, obviamente, entendí que sentirse así es algo natural, si no me hubieran roto el corazón de esa manera, no hubiera aprendido tanto sobre lo que creo que es el amor.
La primera vez que me fui al campamento del Fabián Zurita, un campamento al que te ibas por 21 días, desconectada de todos y de todo. Cero tecnología, comodidades, comida chatarra: nada. Lloré, sufrí, me desesperé. Pero también aprendí, viví libre, conocí gente, amé. Volví cuatro años más.
La primera vez que coroné una montaña, y por montaña me refiero al Ilaló, que en realidad es una loma. Me quise morir en la subida, se me hizo eterna, el sol maldito de las doce me pegaba en la cara y no había rastro de sombra, se me había acabado el agua, y ya todos mis amigos estaban arriba, sólo unos cuantos seguíamos en la cuesta. Cuando llegué no podía creer que estaba ahí, me boté en el césped, desesperada y sólo lo disfruté. Además de que siempre había querido estar en la Cruz del Ilaló, el sentimiento de haber logrado algo que creí que era imposible, fue hermoso. Felicidad pura.
"Las verdaderas alegrías sólo brotan del verdadero esfuerzo."
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Primera vez en la cumbre del Pilongo.
(Soy la de chompa verde y gorrito de lana.)
Aire Libre, 2009
La primera vez que fumé marihuana, en realidad no fumé, si no me comí en brownies, me sentía completamente idiota, rara, no podía dejar de reírme, fue una sensación increíble, de la que luego te acuerdas todo, estás feliz, y sabes que haber por fin probado eso que todo el mundo te dice, estuvo bien. (No estoy incitando a nadie a hacer nada)
La primera vez que le vi llorar a mi papá porque se había peleado con mi mamá y él se estaba yendo de la casa, apagaba la luz para que yo no le vea, pero el intento fue inútil, le vi, y hasta ahora tengo esa imagen guardada en mi memoria.
La primera vez que hice el amor, me dolió, es más, hasta quería que se acabe, y eso que todo estaba seteado para que sea lindo. Después fue doliendo menos, hasta que, indiscutiblemente, se volvió un placer y no un dolor.
La primera vez que me pegué éxtasis, puedo decir que -literalmente- sentí que Hiroshima acababa de explotar en mi. Fue así, tal cual como describí ese momento cuando lo estaba sintiendo
La primera vez que se murió alguien y realmente me impactó, realmente le lloré, realmente me dolió, y realmente sentí su ausencia. Tratar de entender la muerte, ¿cómo es eso de que se está aquí un día y al siguiente ya no? La muerte no se puede entender, porque para eso, habría que entender la vida y creo que eso es algo difícil de lograr.
La primera vez que me dijeron te amo, y la primera vez que yo dije te amo. No entendía qué pasaba, pero de pronto un te quiero ya no me avanzaba, el corazón palpitaba más rápido de lo normal, algo me quemaba en el pecho, y lo más hermoso fue que el sentimiento era -y es- mútuo.
La primera vez que viví el cáncer de cerca. Mi abuelo, mi razón de ser, el hombre más fuerte que he conocido, estaba con cáncer. A darle, a luchar, a demostrarle que todo va a salir bien, y así fue.
La primera vez que me intrigué sobre el más allá. La primera vez que empecé a cuestionarme de dónde venimos, quiénes somos y qué hacemos aquí. Más fácil: cuando empezó mi etapa de existencialismo.
La primera vez que me dieron una gatita y le amé más que a mi vida misma.
La primera vez que me emborraché, me castigaron un mes: ni fiestas, ni salidas, ni celular, ni nada.
La primera vez que tuve una perrita, la primera vez que le enseñaba a dar la pata y a sentarse a un animal.
La primera vez que les mentí a mis papás para poder quedarme a dormir en la casa de un chico.
La primera vez que me terminé de leer un cuento yo solita. (Cuando era chiquita)
La primera vez que lloré con un libro: Mi planta de naranja lima.
La primera vez que fui al Chota a entregar víveres y ropa a la gente de allá. La primera vez que conocía cómo vivían otras personas fuera de la ciudad.
La primera vez que me subí en un avión.
La primera vez que estuve en un rodaje.
La primera vez que recibí un golpe.
La primera vez que me fui de la casa.
La primera vez que lloré con una canción.
La primera vez que me cambié de casa.
La primera vez que caí en cuenta de que las primeras veces son importantes, y por eso decidí sentarme a hacer una lista sobre algunas primeras veces que me han marcado (dejando afuera un montón más porque la memoria ya no me da).
Es ese sentimiento de cuando mi memoria pasa flashbacks en mi cabeza de esas primeras veces, el pecho me golpea fuertemente, como intentando situarme en ese lugar y en ese momento de nuevo, intentando hacerme recordar todo con exactitud, intentando hacerme sentir de nuevo lo que sentí esa primera vez. El sentimiento dura pocos segundos, porque la memoria de verdad es muy frágil.
No intento menospreciar a las segundas veces, claro que hay unas importantísimas también, pero la primera impresión, de la primera vez, creo que es algo que nos marca profundamente, y que, indiscutiblemente, nos hace tomar las decisiones para las segundas veces (en caso de que vaya a haber una).
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Primera vez saliendo del país sola. Quito, 2013