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El día que decidí que mi corazón estaba roto

9.01.2018

14:57 pm.

Hoy es el día en el que decidí que me rompieron el corazón. Capaz ya se había roto desde hace algún tiempo. Pero sí, hoy lo decidí. Decidí que debo calmarme y entender que en la vida las cosas se acaban. Siento que la tristeza me consume, puedo sentir cómo las lágrimas son lo único con algo de vida en mi. Si veo atrás no soy quien era. No soy yo, no sé quién soy.

9:26 de la mañana: empiezo a llamarle, a pesar de que he querido mantenerme fuerte, a pesar de que mis amigas me dijeron que no lo haga, a pesar de saber que debo esperar a que él me busque…o eso es lo que dice la gente. Pero soy más débil que eso y el impulso me gana. Suena el teléfono y empiezo a pensar en todo lo que le voy a decir: no puedo más, hablemos, veámonos, necesito abrazarte y besarte, hagamos que todo vuelva a ser como antes, como el primer día que nos conocimos. Sigue sonando el teléfono, pero nada, no contesta. Debe seguir dormido, es lo que se me cruza inocentemente por la cabeza.

10:30 de la mañana: ha pasado una hora. Llamo de nuevo: nada. En todo este lapso las lágrimas se apoderan de mi, soy un ente enrollado en su cama que no hace nada más que llorar. Empiezo a ver videos de cuando todo estaba bien: nuestros viajes, la guitarra en la terraza, las caminatas. Empiezo a acordarme de las cosas que vivimos. Cuando estábamos sentados en el balcón de mi tío y me vio a los ojos y me dijo que estábamos tan enamorados que era casi increíble. Cuando me dijo que se iría a vivir conmigo hoy mismo porque no puede más del amor. Cuando me pidió matrimonio de broma en un boat party en Nueva York. Cuando peleamos fuertemente por primera vez y al día siguiente los dos nos llamamos para decirnos que no podíamos estar así el uno con el otro. Uno en serio es masoquista en estas situaciones, qué impresión. Ya me va a llamar, ya mismo. Estoy segura que a penas mire el celular me llama. Máximo 11:30 de la mañana mi teléfono va a sonar.

11:36 de la mañana y el teléfono sigue callado. Mi obsesión por verificar si está en línea en Whatsapp es enferma. Nada, no se ha conectado tampoco. Debe estar ocupado. Le justifico y con eso justifico mis lágrimas y el porqué de la tristeza. Sé que cuando me llame, o cuando me conteste me voy a tranquilizar. Trato de distraerme, miro una serie que empezamos a ver juntos: Merlí. Nos habíamos quedado en el segundo capítulo. Unos días después de lo que nos peleamos, me escribió a decir que esperaba que yo esté bien y que estaba obsesionado con la serie. Le respondí que yo no la había visto porque estaba esperando a verla con él. Ouch. Cerré Facebook e Instagram, pero tengo un Facebook de la disque productora que nos pusimos con la Baltasara. Uno que nunca abro. Miro los chats y sale que no se ha conectado desde hace una hora…igual empecé a llamarle desde hace más de una hora, pero a veces esos tiempos se equivocan. Nadie de esta puta generación pasa tres horas sin ver su celular.

12:15 de la mañana. Miro Whatsapp y veo que está en línea. Me calmo. De ley me llama ya en estos minutos. O sea, si ve 3 llamadas perdidas mías en su celular es obvio que me va a devolver las llamadas. Pasan 10 minutos y nada. Le escribo: contéstame. Ninguna respuesta. Llamo de nuevo, nada. Me empiezo a sentir mal. Mal conmigo misma, mal porque empiezo a entender que no quiere contestarme. Mal porque siento que soy una estúpida, una intensa de mierda. Intento calmarme, capaz está ocupadísimo.

12:45, 12:55, 13:00, 13:15. Nada. Facebook me dice que está en línea. Le escribo que me conteste porfavor. Le escribo que no sé qué hice para que no me conteste, pero que porfavor lo haga. Le ruego. Porfavor, porfavor, porfavor. Nada. Ninguna respuesta. Mi cuerpo no da y empiezo a imaginarme de todo. ¿Y si nunca más le vuelvo a ver? ¿Si nunca más hablamos? ¿Ahora se acabó todo? Siento cómo la ansiedad empieza a subir hasta mis cachetes. Estoy temblando. Siento que soy una drogadicta que no es capaz de sanar. El corazón ya me late aceleradamente y empiezo a imaginarme cómo lo perdí todo. No pensé que las cosas se iban a dar así. No pensé que de un día al otro todo podía acabarse. Pero sí, para mi puta suerte sí, la vida es así.

Para las 13:30 ya perdí todo: la cordura, la calma, la paciencia. La ansiedad ahora es dueña de mi y el latir de mi corazón es tan rápido que me asusta. Empiezo a pensar que me voy a desmayar. Veo borroso y las manos me tiemblan. Después de escribirle y llamarle por Facebook y por Whatsapp, cierro la computadora. Dejé 14 miserables llamadas perdidas en su teléfono. Con la poca fuerza que me queda me voy a la ducha. Me olvidé de poner música, es mejor así. Me paro abajo del agua caliente y ni si quiera percibo el tiempo. Siempre me ha gustado ahorrar el agua, pero esta vez ni se me cruza por la cabeza, sólo siento cómo el agua se mezcla con las lágrimas. Ya no es sólo agua salada, ahora también es dulce.

Salgo de la ducha en una especie de shock. Pálida, sin decir nada, sin mirar a nada. Me pongo pijama de nuevo y empiezo a escribir. La puerta de mi cuarto suena, he estado encerrada todo el maldito día. Abro y es mi mamá. Me mira y entiende todo. ¿Qué pasó? No sé, le contesto. ¿Terminaste? Le abrazo y me ahogo. Siento el dolor en cada parte de mi cuerpo, pero también puedo sentir cómo mi mamá me abraza y me acaricia la cabeza. Así es el amor, claro que duele y claro que vas a sufrir, me dice. Me encierro en mi cuarto después de un tiempo y sigo escribiendo. Nunca pensé que llorar al frente de una computadora iba a ser tan fácil, y que aprenderme de memoria el sabor de mis lágrimas iba a ser tan adictivo. Con el inicio de este texto supe inmediatamente que a veces sí, las relaciones deben acabarse. Y a veces, además de ser una circunstancia que la vida nos pone, debe ser una decisión.


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