Conociéndome desde el autorretrato
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Conociéndome desde el autorretrato
Quito, 2018
Este autorretrato me tomé después de haber peleado con mi novio. No sé si después de esta bronca vayamos a terminar o no, pero sé que es una noche de mierda. Hoy el man se iba a quedar a dormir, íbamos a hacer nuestros trabajos juntos y también íbamos a musicalizar el corto en el que he venido trabajando por más de un año y al que no le quiero proyectar nunca en mi vida. A veces las cosas no salen como uno espera.
Es una noche en la que los dos nos dimos cuenta de que algo no funciona, talvez por culpa mía, o culpa de él, o de ambos. O talvez sin culpas, talvez sólo ya no funciona y punto.
Esas lágrimas, que no se ven porque aún estoy tratando de manejar el enfoque y los ajustes de color de esta cámara que es nueva, caían como cuando la lluvia cae por las ventanas de los autos y uno empieza a imaginarse que esas pequeñas gotitas están haciendo carreras. Así, las lágrimas se peleaban por salir de mis ojos para poder llegar a las mejillas y disfrutar de la libertad que hace rato habían estado buscando. A veces uno retiene las cosas innecesariamente.
Me gusta esta foto porque siempre he sido temática con no dejarme ver cuando estoy desarreglada. Y, en esta imagen, que además no está bien compuesta, estoy realmente hecho mierda. Sin embargo, creo que puedo llegar a considerar que mi tristeza talvez no es lo peor de esta foto: Los platos están entre que sucios y limpios. La camiseta que llevo puesta no es mía, es de mi ñaño, ese man que me mandó mensajes ayer diciéndome que me vaya a la mierda. El basurerito que está a lado huele a podrido, por ende todo el departamento huele mal. Tal vez, lo peor de todo esto, es la manera en la que uno trata de siempre ser masoquista cuando se encuentra en situaciones así. A veces buscar el dolor es necesario.
Suena A Qué Volver de Los Chalchaleros en los parlantes de mi computadora. Es aquí cuando vuelvo a una conversación que tuve con el Martín González en la que le contaba que últimamente no había escrito sobre nada. No he tenido ninguna motivación en especial. Los dos concordamos en que cuando uno está triste o sintiéndose miserable, los sentimientos y las palabras están a flor de piel y piden a gritos salir.
Hoy siento que soy eso: las ganas poco disimulables de querer estar triste. No basta con sentarme a escribir sobre algo que siento que es muy fuerte, si no también, tengo la necesidad de querer sacarlo de mi pecho, y de sentir que estoy escribiendo esto en algún espejo, con algún pintalabios rojo que me sirve de marcador, mientras me veo toda trastornada a mi misma en ese reflejo. A veces uno simplemente ya no puede volver, ni para sentir otra vez, ni para dejar que la ausencia vuelva a doler.