Carta abierta para el cielo de perros
Hoy día se murió el Tolouse. Un perrito que le adoptamos con mi ñaño hace unos diez años. El Toulouse vivía en mi urbanización antes de que yo venga a vivir acá, siempre andaba paseando por ahí. Le empezamos a dar comida y poco a poco se fue quedando más cerca de la casa, luego en mi cuadra, luego en la entrada de mi casa y luego ya en mi casa. El Toulouse siempre fue callejero, el líder de la pandilla de los perros arrabaleros del barrio; peleón hasta decir basta: les ladraba a todos los carros y motos, mordía a desconocidos y bueno, a uno que otro conocido también. Supongo que la gente que vive en mi urbanización se va a poner feliz cuando se enteren de esta noticia, le quisieron dar veneno algunas veces, y también nos amenazaron con llamar al PAE otras cuantas. Lo que ellos no entendían es que el Toulouse era un ser muy noble, y también muy, muy leal. El man vivió en la calle muchos años, tenemos la teoría de que le adoptamos cuando tenía unos cinco o siete años. La gente de la calle, que cuando ve un perrito se asusta, le tiraban piedras, le amenazaban con la escoba, le pateaban y demás brutalidades que creen que está bien hacer. El Toulouse creó un sistema de autodefensa, y es por eso que mordía a la gente que no conocía. A mi nunca me hizo nada, ni a mi ñaño, ni a mis papás. Mi mamá le aceptó a regañadientes al Tolouse, porque, lastimosamente, crió dos hijos que tienen un amor infinito por los animales. A la final ella también se encariñó y mi papá también.
Me acuerdo que el Toulouse siempre se andaba dando con cualquier perro, una vez casi le mata al Pulga, un perrito que mi vecina Jazz tenía. Ella me quería matar, y por ende, yo le hablé al Tolouse, pero tampoco se podía hacer mucho. El Toulouse no era de quedarse encerrado, el man entraba y salía de mi casa cuando le daba la gana, pero siempre, siempre volvía. Cuando hacía fiestas en mi casa me tocaba poner un cartelito: “cuidado con el perro café, muerde”. Si salía a pasear sola o acompañada, el man siempre estaba conmigo, cuidándome. Me acuerdo que yo salía a caminar por la Hacienda con mi vecino el Diego y el Toulouse siempre estaba ahí. El Diego me decía que el Toulouse era súper celoso conmigo y que por eso no me dejaba salir sola con él. El Diego también se murió hace unos tres años, supongo que ahora, desde algún sitio, se van a reencontrar. Hace no mucho empezamos a notar que el Toulouse estaba ya viejito, ya no seguía los carros como antes, ni buscaba tantas broncas con otros perros. Hace unos seis meses tuvo un encontrón con un perro más grande que él y este le mordió los testículos. Esa noche el Toulouse casi se muere. Llamé a mil clínicas veterinarias y nadie me quiso ayudar porque ya eran más de las diez de la noche. Al día siguiente vino el Dr. al que siempre van mis animales, y nos ayudó. El Toulouse estuvo internado unos días y luego volvió a mi casa, pero ya volvió más viejito. Esa pelea le golpeó duro. Igual el Toulouse jamás se quedó encerrado, salía menos, eso sí. Pero siempre fiel a sus raíces arrabaleras.
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Quito, 2018
El Toulouse descansando en su colchón
No puedo evitar que las lágrimas se caigan de mis ojos como una llave de agua dañada que no puede cerrar. El Toulouse se llamaba así porque el gatito de los Aristogatos, el Toulouse, valga la redundancia, quería ser un gato arrabalero. Además de esto, el Toulouse tenía más nombres, mi abuelo el Payán le decía Tucson, mi tía Laura le decía Tufiño, mis vecinos -los que sí son panas- le decían el Patichueco, y seguramente tuvo mil nombres más de la gente que no le conocía.
Yo de chiquita creía que había un cielo para perros. Ahora, espero poder seguir creyendo en lo mismo. Espero que el Toulouse pueda reencontrarse con la Martina, mi perrita a la que le dieron veneno hace seis años. Ellos eran mejores amigos y, también creíamos que novios. Cuando se murió la Martina el Toulouse se deprimió un montón. Ahora, en donde sea que estén, van a estar juntos. Y también van a estar juntos con el Diego. Porque ahora ya no creo que haya un cielo sólo para perros, o un cielo para personas. Creo que en un cielo, o en alguna galaxia, o en alguna otra dimensión; todos nos vamos a reencontrar algún rato. Ahora me toca esperar paciente para reencontrarme con él y con la Martina y con mis gatitas que se han muerto y bueno, con el Diego. Espero, Toulouse, que donde sea que estés puedas sentirme, puedas moverme la cola y darme todo el amor que me has dado siempre. Eres el perro más noble, leal, fiel, arrabalero y pandillero que he tenido. Nunca, nunca, nadie va a poder reemplazarte ni enseñarme lo que significa una amistad, más que tú.
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Quito, 2014
El Toulouse y yo en la Hacienda