top of page

Diario de cuarentena - Día 2

18/03/2020

Día 2:

Empieza el segundo día de cuarentena, nada muy interesante. Excepto que lo interesante es que ahora, desesperadamente intento encontrar una rutina, pero nada que me aburra. Un poco contradictorio todo. Me despierto y bajo a tomar café con dos tostadas con aguacate y tomate riñón. Subo a ver Pandemic de Explained en Netflix. Es densaso cachar que esta serie salió antes de que empiece todo el asunto del Coronavirus (¿creo?) y ya se habla de que pronto va a llegar una pandemia que va a atacar muy duro al planeta. ¿Por qué se preveía que algo así iba a pasar? Espero encontrar las respuestas a medida que sigan avanzando los capítulos.

Bajo a hacer ejercicio con mi ñaño, hice 12 minutos de hula hula y después me descargué la aplicación de Nike Training para hacer alguna rutina fácil. Escogí una de 10 minutos y casi me muero, no jalé. Me duele el cuerpo del ejercicio de ayer y eso me hace entender que de verdad mis huesos han estado oxidados del tiempo que pasé sin hacer ejercicio. A la final eso me motiva porque espero ir ganando estado físico poco a poco. Acabo de hacer ejercicio, estiro, tomo agua y salimos con mi ñaño a pasearles a mis perros, que son cuatro (!!!).

Salimos al bosque de mi urbanización que es enorme. Es hermoso verles a mis perros pasear y ver lo felices que son cuando juegan. La historia de dónde salen es la siguiente: a la Matilda le iban a vender a un dólar en el mercado de Sangolquí, no me quiero ni imaginar para qué. Le compré y vino a vivir conmigo, hace cinco años ya. A la Florencia le encontró mi amiga Mika Segura en la carretera vía a la Mitad del Mundo, me preguntó si quería adoptarla y viéndole la carita no pude decir que no. Ahora tiene un año. A la Lola le encontró mi ñaño en la cascada del Cóndor Machay, buscó por todo lado a sus dueños y nunca aparecieron. No la pudo dejar abandonada ahí. Es una perra educada, entonces asumimos que la abandonaron o que se perdió. Llegó de dos años según lo que los veterinarios nos dijeron, ya tiene casi un año con nosotros. El Pepe es un perro que empezó a quedarse por mi cuadra porque le alimentábamos cuando asomaba. Parecía un trapeador, sus rastas se arrastraban hasta el suelo. Poco a poco se fue quedando con nosotros, entrando a la casa y finalmente se dejó cuidar. Vinieron a bañarle y a cortarle el pelo y para sorpresa de todos resultó que es un Schnauzer sal y pimienta. Son una jauría y se escapan de vez en cuando de mi casa -todos los días-, pero son mi vida -junto con mi gata, la Lulú-.

Mi ñaño y el Pepe echados en el césped.

Quito, 2020

Volvimos de pasearles y les bañamos a las dos perras grandes: a la Lola y a la Matilda. Quedamos en que mañana les toca a la Floren y al Pepe. Subí, me duché, me puse ropa cómoda y bajé con toda la intención de cocinar algo, cuando me topé con que mi papá había pedido comida, cosa que me molestó porque no sabemos cómo está preparada la comida ahora, por más medidas que digan que están tomando. Quedamos en que desde mañana sólo vamos a cocinar. Acabamos de almorzar y para luchar contra mi voluntad de no dormirme y poder dormir en paz de noche, empecé a organizar mis blusas por colores. Saqué blusas que ya no voy a usar y también saqué prendas que no pertenecen de la sección de blusas. ¿A ver cuánto me dura esta organización? Todos los días voy a organizar una sección distinta, mañana voy a organizar los vestidos. Bajé a hacer galletas de chocolate, me salieron deliciosas. A todo esto, eran recién las 15:00 de la tarde. Finalmente me fui a echar con mi mamá a ver una película: Julie y Julia, que me encanta. A los 20 minutos me empecé a quedar dormida, hice una pequeña siesta, pero nada profunda.

Salí del cuarto y mi tía y mi prima ya estaban acá en el cuarto de mi abuela. Conversamos, les brindé galletas. Les propuse salir a caminar y accedieron, mi mamá en contra de su voluntad. El encierro empieza a ponerle malgenia. Salimos con mis perros, otra vez. A todxs les hizo bien salir y respirar aire puro del bosque. Volvimos aliviados a mi casa. Vinieron mi tío y mi primo de a lado. Me convencieron de jugar cartas, un juego que se llama Q Negra. Accedí. Jugamos, cada uno apostó un dólar. Estuvo divertido hasta cierto punto, que el juego se torna cansón. Se fueron, me senté a escribir.

Ciruelo Chino del bosque en la mano de mi abuela

Quito, 2020


Únete a nuestra lista de correo

No te pierdas ninguna actualización

bottom of page